Cuando escuchas a un genio resulta obvio. Son simplemente otra cosa, radicalmente fieles a sí mismos, son únicos. Sergio Tiempo es uno de esos increíbles músicos pero… ¡ay! Como buen argentino le gustan los retos, los extremos, y eso puede ser tan delicioso como peligroso…
Esta noche se ha atrevido con un “tour de force” en el que ha tocado piezas de autores y estilos muy diferentes. Yo aún me pregunto si ha preferido tocar muchas obras pequeñas para mostrar su versatilidad (¿Cómo es de chulesco e increíble que ofrezca al público elegir la parte más difícil del programa?), o si simplemente quería más rondas de aplausos… en cualquier caso, la selección ha sido maravillosa y nos ha mantenido en vilo durante todo el concierto.
(Fuente de la foto © Ana Samoilovich)
De todo el programa, la pieza que más he disfrutado ha sido la Appassionata de Beethoven. Nunca le había oído tantos contrastes, ese estudio delicado de intensidades, espíritus atribulados, rapsodia, dinámicas y ataques. Ha sido realmente una maravilla. Totalmente fuera de la tradición también, cierto; pero como genio auténtico, Tiempo nos ha ofrecido su propia interpretación de la pieza, su versión personal y única. Y a mí de verdad me ha encantado, hacía tiempo que no me hacían disfrutar de las complejidades de una obra de este modo. Y de los cambios extremos, que le salían de muy adentro, tan apropiados para la tribulación beethoveniana.
Hasta los tempi super rápidos que ha elegido para algunos momentos le pegan a la Appasionata. Y sin embargo, cuando impone esa visión extrema a otras piezas, no resultan igual de increíbles. Los estudios de Chopin daban sensación de prisa, y no se concentró lo suficiente para Piazzola o Prokofiev con tanto ímpetu en dejar salir sus arrebatos de pasión.
Hey, pero no me malinterpretéis. Ha estado también fabuloso en Debussy, Villa-Lobos y especialmente en Ginastera, para el que su musa le visitó de nuevo -y se quedó con él hasta el final del concierto con un Preludio nº4 de Chopin y un Joropo venezolano espectaculares.
Y pensarías, desearías: ¡Ojalá pudiera equilibrar más sus actuaciones y ser más estable!… Bueno, pero entonces no sería él mismo, y ya no me gustaría tanto como me ha gustado esta noche. ¡Gracias por la actitud desafiante, Maestro Tiempo, nunca aburrida, nunca perfecta, tantas veces alucinante!
Por cierto, Maestro Jobim, ¿cuánto hay del Preludio nº4 de Chopin en Insensatez?
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